lunes, 9 de junio de 2008

Día 19. Ahora faltan las 500 noches

He cumplido uno de mis primeros objetivos: pasar los 18 días de abstinencia. Si mi debilitada memoria no me engaña, es el mayor tiempo que he podido estar sin ver a María en los últimos 10 años.

A los 17, después de mi segundo intento frustrado por ingresar a la universidad, decidí dejar de fumar hasta alcanzar mi meta. Seis meses después, entré a la por entonces difícil universidad. Algunos días después de eso fumé con un grupo de cinco amigos dos tronchitos armados con el novedoso sistema del turbo. Fue la primera y única vez que tuve alucinaciones por fumar María. Veía en el techo de madera de la casa de mi amigo Javier dragones que se convertían en espantapájaros, para luego pasar a ser una manada de aves que volaba desesperadamente y después se transformaban en una lluvia muy fuerte... la pasé muy bien.

A los 22 años viajé solo a Chile. Cruzé la frontera por tierra y a diferencia de todos mis otros viajes, esta vez seguí el consejo de salir del país sin María. Fueron dos semanas en las que no se presentó la oportunidad y tampoco la busqué. Al regresar a Lima tuve un reencuentro apasionado con María.

A los 25 años, con el corazón destrozado por varios motivos, tuve una experiencia que cambió mi forma de ver el mundo: la ayahuasca. Siempre le tuve mucho respeto, así que apenas supe que tendría mi primera sesión corté con todos mis vicios (por ese entonces eran más que los que tengo ahora: café, cigarros, marihuana, alcohol). Fueron 14 días de abstinencia. Se vieron interrumpidos cuando llegó a visitarme desde Brasil mi amigo Fabiano. Él había sido mi gran amigo y compañero de piso en Estados Unidos y consideré que era una situación propicia para que volvamos a entrar en comunión los tres: Fabiano, María y yo.

El último intento por alejarme de María sucedió hace un año. Me propuse dejar de verla por un mes. Soñaba casi todas las noches con ella. Era una abstinencia que me hacía sufrir. En el día 18 sucumbí a la presión de grupo y me entregé a María, a la cerveza y a la Play Station.

Ayer rompí mi récord, pero no sé si estar orgulloso. Si bien he hecho un esfuerzo por evitar a María, no he evitado a su hermanito menor. Desde que empezé el experimento he venido fumando hachís aproximadamente dos veces a la semana.

Por otro lado, ese ritmo es muchísimo menor que el que tenía antes de empezar todo esto. El siguiente objetivo es cumplir la meta que no pude alcanzar el año pasado: llegar al mes. Después de eso evaluaré si estoy ya en capacidad de portarme como adulto y empezar a ver a María teniendo control de la situación. Necesitaré de sus consejos, mis estimados dos lectores.

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