miércoles, 21 de mayo de 2008

Experimento

Conocí a María a los quince años. Me habían hablado mucho de ella. Bien y Mal. Así que quería conocerla yo mismo. Aproveché la primera oportunidad que tuve. No me puso. La segunda, la tercera y la cuarta tampoco. Pero cuando me puso… hay que ver cómo me gustó.

Tres años más tarde, a los dieciocho, nuestro romance se volvió realmente apasionado, intenso, diario.

Desde ese entonces son muy pocos los días en que no he visto a María.

Más o menos desde los 23 años empecé a pasar la mayor parte del día volado. Ahora tengo ya unos meses en los que no conozco la sobriedad. Desde que me despierto hasta que me duermo. Siempre María conmigo.

Esto por supuesto ha disminuido mi potencial como ser humano. Mi capacidad de atender y mi capacidad de producir. Mi capacidad de cuidar de mí o de cualquier otra persona. Mi capacidad de pensar y, sí, también mi capacidad de sentir. Creo que es eso lo que he estado evitando en los últimos años: sentir.

Soy consciente de todo esto y quiero cambiarlo. No quiero borrar por completo a María de mi vida. Nuestro romance es para siempre. No creo que sea mala por naturaleza. Creo que usada en exceso es mala y yo me he excedido demasiado. Ahora quiero poder controlarla. Quiero poder ser yo el que decide cuando nos vemos y cuando no. Quiero que esté solo en determinados espacios de mi vida.

Pero no es fácil. María no es tan adictiva como otras, pero sí que engancha. Mi cerebro está habituado a recibir varias dosis de dopaminas durante el día y cuando por alguna razón esto no sucede empiezan la angustia, la ansiedad, la sensación de vacío, la depresión. Sensaciones que se aplacan un poco cuando las dopaminas son segregadas por otros motivos y que desaparecen por completo cuando vuelvo a ver a María.

Hace aproximadamente un año hice un experimento parecido al que hago ahora. Intenté dejar a María por un mes. Llegué a los dieciocho días. Durantes esas dieciocho noches soñé casi siempre con María. Nos veíamos, nos amábamos y luego yo recordaba –decepcionado de mí mismo- que había prometido no verla por un mes.

Hace dos semanas intenté controlar la situación. Decidí que prenderme un porro antes de siquiera haber ido al baño era uno de los primeros hábitos que debía cortar y así lo hice. Intenté no ver a María hasta entrada la noche y lo logré. Pero hay que ver cuántos porros me fumo ahora en la noche.

Ahora quiero aprovechar determinadas circunstancias que han confluido en estos momentos: se me acabaron todas las provisiones, estoy re misio y desde hace unos días tengo unas ganas fuertes de recuperar lo perdido y empezar a desarrollarme como persona. Ganas de vivir y de sentir.

Voy a hacer el experimento de ver cuántos días puedo aguantar sin ver a María (a los 17 estuve seis meses sin verla, pero a esa edad no estaba ni la mitad de enamorado de lo que estoy ahora). Por las noches escribiré aquí lo que voy sintiendo. Las angustias, las ansiedades y todo eso. Y claro, les contaré los avances y los retrocesos.

Sé que en algún momento María y yo nos reencontraremos. Espero para ese entonces poder haber controlado todas las sensaciones negativas de la abstinencia y saber que en adelante seré yo quien decida cuando verla.

Quiero dejar claro que durante este tiempo no estarán incluidas en la prohibición otro tipo de drogas, pues sé que la frecuencia de consumo de estas no pone en peligro mi capacidad como persona.

Sus comentarios son el principal objetivo de este blog. Si este mono ha decidido hacer pública su lucha contra el mono más grande que trae, es porque mientras más personas estén pendientes, más grande será el compromiso.

Deséenme suerte.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

suerte compadre, cuente conmigo.

Anónimo dijo...

Gracias anónimo. Contaré.

Anónimo dijo...

Y será en esa lucidez... María entrará de tu vida y saldrá de ella justo en el momento que puedas saciar cada una de sus caricias, no será por necesidad, no será un amor posesivo, más bien llegará a ser esa historia de placer que en pequeñas dosis nos hacen sentir en el limbo!!

Animo, corazón!! Lo conseguirás!!

Anónimo dijo...

Si tu luz me sigue alumbrando, Marina, claro que lo conseguiré.