jueves, 5 de junio de 2008

Día 13. Las plantitas y las costumbres

En el día 13 debía terminar la mudanza. Solo quedaban algunas cosas en la casa antigua: la comida, las bicicletas y las plantas de María. Estas, aunque ya dieron lo que tenían que dar, seguían adornando el hogar.

Como resultaba demasiado peligroso cargar cuatro macetas con plantones por un kilómetro (la distancia de la casa anterior a la nueva) Zé y yo decidimos terminar con ellas. Las llevamos al jardincito que está debajo del edificio, arrancamos la raíz y echamos la tierra para abonar a las otras plantas.

Yo estaba un poco preocupado, tenía miedo de que algún vecino nos viera y le molestara que echemos la tierra de las plantas de María a las otras plantas legales.

De pronto salió del edificio la vecina de al frente nuestro. Es decir, la más cercana. Llevaba a su niña de siete años de la mano. Se nos acercó y nos dijo:

- ¿Qué hacen? ¿Las están matando?
- Sí, es que nos estamos mudando; contesté yo. Fingiendo estar tranquilo por lo que hacía, pero muy temeroso en el fondo.
- ¡Que pena! ¿Y qué es? ¿María?
- Sí...
- Uy, pero no las maten, pobrecitas. Regálenme una ramita.
- Sí claro, no sabía que la podría querer. Tome...

Finalmente la vecina no se llevo la rama. Sería porque se dio cuenta de que ya no tenía moños o porque estaba apurada por llevar a la hija al colegio. Pero, contrariamente a lo que yo pensaba, nos miró con simpatía.

En España María es vista de otra forma. Los padres la conocen y hasta la disfrutan. En algunos casos les enseñan a sus hijos a consumirla y tratarla con moderación. Así como mis padres me enseñaron a tomar vino.

No creo que mi falta de control sea responsabilidad de mis padres (que siempre me hablaron de María como una mujerzuela). Creo más bien que está relacionada con mi ímpetu autodestructivo. De todas maneras, yo a mis hijos sí que les enseñaré a conocer y respetar a María. A ver si salen mejores que yo (no la tienen muy difícil, ¿no?)

No hay comentarios: