jueves, 19 de junio de 2008

Día 29. Sobre las curaciones

Hoy se fue Mónica de la casa. Ella es una amiga de la Rê, vive en Inglaterra y vino hace una semana a pasar sus vacaciones en Barcelona. Se quedó en casa. En los últimos tres días nos hicimos amigos. Estuvo viniendo a la playa con nosotros, comimos juntos y conversamos bastante.

Hoy, cuando ya estaba por irse, descubrimos que tenemos algo en común. Ambos somos iniciados en Reiki. Le conté de mi experiencia y ella me contó de la suya. Algo de lo que me dijo me dejó pensando.

Yo le conté que algunos días después de mi iniciación pasé por alto los consejos de mi profesora y vi a María poco antes de una sesión de auto Reiki. Vomité y me vino un dolor de cabeza muy fuerte. Pero después de eso no hubo mayores problemas. No volví a fumar antes de una sesión y todo estuvo bien con María.

La experiencia de Mónica fue distinta. Ella dice que nunca fue muy devota de María. Si bien la fumaba cada vez que algún amigo le invitaba, no era una gran consumidora. Sin embargo, después de su iniciación en Reiki algo cambió. La siguiente vez que fumó su cuerpo rechazó el humo y se puso a vomitar, a pesar de no estar practicando Reiki en ese momento. Lo mismo pasó un tiempo después, cuando volvió a fumar. Desde ese momento no le provoca ver a María.

Yo me pregunto si me gustaría llegar a ese punto. Si sería feliz si mi cuerpo rechazara a María de esa manera. Me respondo también: no. No quiero llegar a eso. Me gusta utilizar terapias alternativas (alternativas a Occidente, claro está) que me ayuden a sanarme y a sanar a los demás. Pero también me gustan el placer momentáneo, la evasión y los estímulos fuertes de los sentidos.

Creo que aspiro a un equilibrio. No sé si es entre el Bien y el Mal o si es entre mis ganas de sanarme y mis ganas de evadir. Creo que es más bien algo así como un equilibrio entre el auto Reiki y la autodestrucción.

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